“La calidad comienza con la educación y termina con la educación” - Kaoru Ishikawa
Cuando era consultor Junior en la industria de Servicio, durante una reunión interna del equipo de consultores al terminar una auditoría diagnóstica, revisamos la presentación del plan de trabajo que propondríamos al cliente, presentado por la directora de consultoría, un colega alzó la mano y dijo: “¿apoco la presentación de hallazgos será mencionar esos puntos que son bastante OBVIOS, que debieron haber corregido desde hace mucho?”. A esto la directora respondió: “Para eso nos pagan, por hacerles ver lo OBVIO que han descuidado. Y ese es el valor de un consultor externo, ayudar a ver lo obvio, quitar la venda y ayudarles a evitar la “ceguera de taller”.”
Y es verdad. El gran valor de un consultor externo, ajeno a la operación, ajeno a la cotidianidad de tus operaciones, ajeno a la cultura, ajeno a los chismes, y sin prejuicios sobre los procesos ni personas que los ejecutan, es poder ofrecer una ventana de oportunidad más allá de lo que el personal de tu empresa ve “como algo normal”, como algo “así se ha hecho siempre aquí”, que provoca la cotidianidad y el caos del día a día.
Los consultores más exitosos que generan importantes ahorros y sustanciales mejoras en las organizaciones, no
necesariamente son los más inteligentes o con mayores títulos universitarios, si no que son los que más conocen de buenas prácticas y al no estar asociados a la cultura de pensamiento de una sola organización pueden aportar puntos de vista desde otra perspectiva que permiten esas mejoras.
En lo personal me entusiasma cuando tengo la oportunidad de capacitar a personal de las empresas en temas como los de Manufactura Esbelta, es decir, los principios de pensamiento esbelto clasificados por Toyota y plasmados en su famoso “TPS”. Y es que más allá de implementar una herramienta o metodología, es trabajando en la filosofía del pensamiento esbelto que se logran esas importantes mejoras. De nada sirve traer a un consultor externo que provoque las mejoras, solamente para que meses después de su partida el desempeño regrese a donde estaba, las mejoras desaparezcan y las cosas vuelvan a funcionar exactamente como antes, pero con más indicadores ahora.
El gran error de muchas empresas es minimizar la capacitación en principios simples como lo son los de manufactura esbelta. Y sobre todo, dejar de lado las ideas de mejora que pueden apuntalar los resultados de la organización.
Por tu éxito.
Rodrigo Garza